A veces tenemos entre manos la delicada tarea de equilibrar partidas entre niñ@s con diferente nivel. ¿Existen grandes diferencias entre chavales de LH1-LH2? Naturalmente, un año a esas edades es un porcentaje considerable de su vida y la mejora experimentada en ese periodo de tiempo puede ser enorme. Por otra parte, como ya he comentado anteriormente, l@s niñ@s que tienen contacto familiar con el ajedrez (progenitor@s, herman@s, prim@s…) gozan de una considerable ventaja respecto a otros de la misma edad que carezcan de tal influencia.
Razón de ser y precauciones
Es deseable que exista incertidumbre sobre el resultado de una partida de ajedrez, eso es lo emocionante. Sin embargo, hay que ser consciente que intervenir en el juego es una potencial fuente de conflictos. La forma clásica de dar ventaja a un bando es privar al otro bando de alguna pieza. Empezar con un alfil o un caballo menos puede ser interpretado como un reto a lo Paulo Morphy (al que obviamente no conocerán) pero los más pequeños probablemente lo verán como una mutilación a la diversión. En cambio es divertido que un bando juegue con todas las piezas y el otro bando, por ejemplo, con tres caballos o- si la diferencia de nivel es notable- con dos damas. Una alternativa a lo anterior es lo que da sentido a estas líneas: La utilización del botón de ayuda. Un recurso simple, y más rico en matices de lo que puede parecer a simple vista.
¿Pero qué es?
Básicamente lo que se propongo es que los jugadores puedan pedir ayuda haciendo el gesto de pulsar con la palma de la mano un botón gigante invisible mientras gritan “bootón de ayudaaa”. Enseguida llegará el profesor (o las plantas carnívoras, según el caso) con la recomendación para ese momento de la partida.
Cómo utilizarlo
Ofrecer ayuda de forma indiscriminada vuelve perezoso al beneficiado y puede molestar al rival. Si se hace de manera reglada es un recurso interesante. Ofrezcamos, por ejemplo, cinco opciones de botón de ayuda al rival más débil y solo una al fuerte. Importante: dejemos a los jugadores la iniciativa de cuando solicitar la ayuda. A veces nuestra intervención será decisiva. En cambio habrá ocasiones donde no podamos hacer gran cosa porque la posición es anodina o porque es tarde y requiere de milagros (nos podemos encoger de hombros para que vean que no es que no queramos, si no que no podemos hacer gran cosa).
Poco a poco irán interiorizando que la partida se compone de momentos importantes y de otros no tan decisivos.
Se me ocurren variantes de la misma idea usando cartas. Antes de empezar consensuamos cuantos comodines dar a cada bando (imprescindible que estén de acuerdo) y dejamos que los protagonistas los vayan gastando…sabiamente 😉